¿Quieres casarte conmigo?

“Por supuesto”, respondió él.

Hoy vamos a hablar de una nueva versión de un antiguo ritual: ¿por qué el hombre siempre tiene que arrodillarse y proponerle matrimonio a la mujer? ¿Por qué no puede ocurrir lo contrario?

Una fiesta nupcial de ambiente divertido en el Arco de Washington Square

Me intrigó esta idea cuando me encontré con una cita destacada en la edición de julio de 2018 de Vogue que decía: “Odiaba ir a bodas. La idea de tener una propia estaba fuera de cuestión”.

Esas dos afirmaciones son bastante contundentes, así que me senté y comencé a leer este fascinante artículo de Dan Schwerin, un escritor fantástico que fue el principal redactor de discursos y colaborador del libro de Hillary Clinton. Comienza diciendo: "Había hecho las paces con el hecho de no poder proponerle matrimonio a mi novia. Nos amábamos. Habíamos vivido juntos durante años. Estábamos planeando nuestro futuro. Pero Yael Julie (o YJ) dejó en claro que bajo ninguna condición debía pedirle que se casara conmigo. "No te atrevas", dijo.

¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ ESTA REACCIÓN?

Al parecer, YJ había crecido en una comunidad judía ortodoxa de California y le molestaba la idea de casarse a los diecisiete años y tener hijos, así que decidió seguir un camino diferente. A mediados de los 30, era una abogada con estudios en la Ivy League y una diplomática del Departamento de Estado que todavía sentía una necesidad feroz de afirmar su independencia.

La pareja se conoció en 2005 en Virginia, cuando acababan de graduarse de la universidad, pero él se mudó a Washington, DC, mientras ella comenzaba a estudiar derecho en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Cuatro años después, en 2009, comenzaron a salir nuevamente y planearon pasar el mes de agosto juntos. Pero no sucedió. En cambio, YJ se mudó a Afganistán para trabajar para una organización sin fines de lucro.

Este intercambio continuó. De repente, él se ponía en contacto con ella o ella con él. Después de graduarse en la facultad de derecho, trabajó en una granja en la Toscana, meditó en un ashram en Tailandia y practicó surf en Bali antes de decidir que estaba lista para una relación real. Después de dos años de viajar entre sus respectivas ciudades, YJ se mudó a Washington y comenzaron a vivir juntos.

Una granja en la Toscana, entre Florencia y Pisa

“Luego”, dice Dan, “llegó la desilusión de noviembre de 2016. La vida que habíamos anticipado en Washington desapareció en un instante, por lo que decidieron irse de DC. “En 2017, pasé mi tiempo viajando de ida y vuelta desde Los Ángeles, donde trabajaba YJ y donde ambos vivíamos, a Chappaqua, Nueva York, para ayudar a Hillary a escribir sus memorias sobre la campaña de 2016”.

En septiembre de 2017, ambos viajaron a Italia para la boda de un amigo. Más tarde, cuando los dos paseaban por una de las encantadoras y antiguas calles de Roma, YJ se detuvo bajo un caballete cubierto de enredaderas. “Pensé que se estaba atando los cordones de los zapatos, pero levantó la vista y, de rodillas, dijo muy seriamente: “¿Puedo preguntarte algo? ¿Quieres casarte conmigo?”. ¿Era una broma? “Por supuesto”, dije riendo. Me besó y me di cuenta de que no era una broma en absoluto”.

El autor y su nueva esposa – foto cortesía de Vogue, julio de 2018

Dos meses después, llevaron a sus familias a un lugar favorito en Malibú y, en un acantilado con vista al Océano Pacífico, se casaron. Fue una ceremonia sencilla, pero disfrutaron cada minuto de ella.

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